martes, 10 de octubre de 2017

Un periódico de la época describe la usurpación británica de las islas Malvinas en enero de 1833


Diario El Lucero

Buenos Aires, 21 de enero de 1833

Los mismos motivos que tuvimos para diferir el anuncio de las tropelías de un oficial de la marina de E. U. en Malvinas, nos han aconsejado a guardar igual circunspección en la agresión no menos escandalosa ejercida en los mismos parajes, por un buque de guerra de S. M. B.
La Inglaterra, una de las naciones más liberales del globo, y que precedió a todas las potencias europeas en el reconocimiento de nuestra independencia, y en enviarnos agentes para estrechar relaciones amistosas con nosotros:- la Inglaterra, o mejor diremos su gobierno, faltando a la fe de los tratados y desmintiendo las protestas tan positivas de amistad tantas veces expresadas por sus mismos reyes en cartas autógrafas que se conservan en nuestros archivos, se ha apoderado subrepticiamente de una de nuestras posesiones, sin más formalidades que las que se acostumbran con los países salvajes o desiertos!..... Relataremos los hechos y dejaremos que juzguen nuestros lectores.
El día 2 del corriente, a las 9 de la mañana, fondeó en el puerto de S. Luis de la Soledad la Clio, corbeta de S. M. B. cuya salida misteriosa del Río Janeiro había sido anunciada en los papeles públicos. El Sr. Pinedo, que se hallaba en el mismo puerto a bordo de la Sarandí, llenando los deberes de hospitalidad que le correspondían como jefe de mayor graduación de este gobierno, allí donde tremolaba nuestro pabellón, encargó a dos de sus oficiales de ofrecer al Sr. Onslow, comandante de la Clio, los servicios de que pudiera necesitar durante su permanencia en aquellos mares.
La contestación del Sr. Onslow a este acto de urbanidad fue, que “venía de Río Janeiro, acompañado de otra fragata de 44, a tomar posesión de las Islas Malvinas, las que eran de S. M. B., y que tenía órdenes terminantes de enarbolar, dentro de 24 horas, el pabellón inglés: lo que ya había practicado en otros puertos de las islas”.
El comandante de la Sarandí, a quien había intimado que arriase la bandera argentina de tierra, y se retirase, le preguntó si la Gran Bretaña había declarado la guerra a la República Argentina, o que motivos tenía para ocupar una de sus islas en el Atlántico: a lo que repuso el Sr. Onslow que por su honor aseguraba de no haber guerra y que muy al contrario la amistad y el comercio seguían lo mismo.
El comandante de la Sarandí, cediendo a las circunstancias y a fuerzas superiores, se limitó a protestar una y más veces contra la ocupación de una parte de nuestros dominios, y se alejó de las costas donde había presenciado la humillación de su pabellón.
Estos hechos, que no se extrañarían en la vida de un Cortés o en un Pizarro, y que ningún pueblo moderno quisiera ver registrados en su historia son los que caracterizan la “segunda infracción de los derechos más sagrados de la República por parte de los que blasonan de ser sus amigos”.
Sentimos sobremanera tener que abrigar dudas sobre los principios que dirigen la marcha del gabinete de St James. Considerábamos a los ingleses no sólo como a los más antiguos, sino como a los más constantes y sinceros defensores de nuestros derechos, y nos es doloroso vernos insultados por los amigos y sucesores del ilustre Canning, que sostuvo con tanta energía nuestra independencia, oponiéndose a los Borbones de España que pretendían mantenernos en el estado de colonos, y a los de Francia que se proponían monarquizarnos.
¡Será, pues, la Inglaterra, que se nos pinta como la cuna de la libertad y de la civilización europea, la que dará al Nuevo Mundo el espectáculo de una violación tan brusca del territorio de la República Argentina!
Si se consideraba con títulos para invadirnos ¿le faltaban agentes para exponerlos? ¿Qué motivo puede haberle hecho desistir de la vía de las negociaciones, que se hallaban entabladas sobre este mismo negocio?
Cuando nuestro Gobierno se decidió a nombrar a un comandante político y militar de Malvinas, el Sr. Fox, Ministro plenipotenciario de S. M. B., invocando los pretendidos derechos de la corona de Inglaterra sobre aquellas islas, protestó contra este nombramiento. Pudo no quedar satisfecho con lo que se le dijo, y declarar que, a falta de otra contestación, el Gobierno inglés se vería en la precisión de echar mano a la fuerza….. Estos son los trámites que acostumbran los pueblos civilizados, y es muy extraño, por no decir más, que la Inglaterra los respete cuando discute con Holanda, y los olvide cuando trata con Buenos Aires.
¡Cuántas intimaciones y explicaciones han precedido la salida de una flota Anglo-Gala que debe obrar en la Escalda!.... ¿Se arrogará el ministerio inglés el derecho de clasificar las prerrogativas de las naciones, y de medir el grado de consideración que le merecen?
Por cualquier lado que se mire la ocupación de Malvinas, no se descubre una sola razón que la justifique, aún cuando fueran reales los derechos de soberanía que se alegan por parte de Inglaterra. Pero confiamos en que el Gobierno de Buenos Aires se ocupe de probar su insubsistencia, exigiendo la debida reparación del ultraje inferido a la dignidad de un pabellón amigo; y qué más dócil a los principios de derecho universal, que prevalecen entre los pueblos cultos, no se aparte de la línea de moderación que ha seguido hasta ahora en sus cuestiones con los poderes extranjeros; de modo que, aun cuando debiesen frustrarse las esperanzas que pone en los sentimientos de justicia del pueblo inglés, renueve el ejemplo de la matrona de Macedonia que apeló de Filipo al mismo Felipo, y si esto no bastase él se procurará los caminos de existir siempre con honor.

Fuente: Operación Malvinas
Nota del editor: He respetado al máximo la prosa del artículo, corrigiendo apenas palabras y algunos signos de puntuación para una lectura más agradable.