lunes, 20 de junio de 2016

Escritos sobre Malvinas: Extracto del libro “Viaje alrededor del mundo por la Fragata La Boudeuse y el navío L'Étoile” de Louis de Bougainville


“Viaje alrededor del mundo por la Fragata La Boudeuse y el navío L'Étoile” 

Capítulo II

En el mes de febrero de 1764, Francia había comenzado un establecimiento en las islas Malvinas mientras España reivindicaba esas islas como una dependencia del continente americano; y su derecho fue reconocido por el rey, yo recibí la orden de entregarles nuestros establecimientos a los españoles, y de dirigirme entonces hacia las Indias Orientales, atravesando el océano Atlántico sur entre los trópicos. Me dan para esta expedición el comando de la fragata La Boudeuse, de veintiséis cañones del doce, y, debía juntarme en las islas Malvinas con el buque básicamente armado [flûte] L´Etoile, destinado a aportarnos los víveres necesarios para nuestra larga navegación y poder seguir el resto de la campaña.
En los primeros días del mes de noviembre de 1766, me dirijo a Nantes donde La Boudeuse fue construida, y donde Duclos-Guyot, capitán de navío y mi segundo, se encarga del armamento.
Yo la encontré algo combada y escorada por el peso pero fue mi impresión por la forma de preparar los escondites donde iría el armamento antes de ser lanzada al agua. El 5 de ese mes, la llevamos de Paimbeuf a Mindin para agregarle el armamento, y el 15 levantamos velas en esta rada para dirigirnos a las riberas del Plata. Yo debía encontrarme con las dos fragatas españolas, la Esmeralda y la Liebre que salían de Ferrol el 17 de octubre, y cuyo comandante estaba a cargo de recibir las islas Malvinas en nombre de sus Majestades Católicas.
El 5 al mediodía, zarpamos de la rada de Brest.
Mi estado mayor estaba compuesto de once oficiales, tres voluntarios, y la tripulación de doscientos tres marineros, oficiales marineros, soldados, grumetes y personal doméstico. El príncipe de Nassau Siegen había obtenido del rey el permiso de participar en esta campaña…

…Desde el 29 de enero a la tarde vimos la tierra, sin que pudiéramos reconocerla bien, porque el atardecer se cernía y las tierras de esta costa son muy bajas. La noche era oscura, con la lluvia y los truenos padecimos la inclemencia a lo largo del trayecto. El 30, los primeros rayos de claridad nos hacen percibir las montañas de Maldonado, que nos hizo más fácil de reconocer que la tierra que vimos la víspera era la isla de los Lobos.
Maldonado son las primeras tierras altas que vimos sobre la costa norte antes de entrar en el estuario del Plata y las únicas antes de divisar Montevideo. Al este de estas montañas hay un fondeadero sobre una costa muy baja. Es una ensenada en parte cubierta por un islote. Los españoles han levantado un pueblo en Maldonado, con una guarnición. Luego de algunos años hemos trabajado en esos lugares, en una mina de oro abandonada, encontramos también piedras bastante transparentes.
Un poco más al interior hay una ciudad de construcción nueva, poblada enteramente por portugueses desertores llamada Pueblo Nuevo.
El 31 a las once de la mañana nos encontramos en la bahía de Montevideo, anclados en un fondo turbio y negro. Anteriormente fuimos echando anclas en cuatro o cinco lugares al este de la isla de Flores. Las dos fragatas españolas destinadas a tomar posesión de las islas Malvinas estaban en esta rada desde hacía un mes. Su comandante, don Felipe Ruis Puente, capitán de navío, fue nombrado gobernador de esas islas.
Nos dirigimos juntos hacia Buenos Aires con el fin de concertar con el gobernador general don Francisco Bucarelli las medidas necesarias para la cesión del establecimiento que yo debía entregar a los españoles. No tuvimos una larga estadía y ya estaba de retorno en Montevideo el 16 de febrero.
Hicimos el viaje a Buenos Aires el príncipe de Nassau y yo, remontando la ribera en una goleta, con el viento en contra pasamos de costa a costa entre Buenos Aires y Colonia del Sacramento y a la vuelta hicimos el resto del trayecto desde Colonia hasta Montevideo por vía terrestre, hasta donde habíamos dejado la fragata…

Capítulo IV

El 28 de febrero de 1767 zarpamos de Montevideo con las dos fragatas españolas y una tartana que transportaba animales. Convinimos Don Ruis y yo que en el estuario el tomaría la delantera pero que una vez en mar abierto yo conduciría la marcha. No obstante, para evitar una separación, le di a cada una de las fragatas un piloto de las Malvinas. Luego del mediodía, intentando levar anclas, la bruma no permitía ver ni la tierra firme ni la isla de Flores. El viento sopló de forma contraria el día anterior; yo contaba que zarparíamos de todos modos, las corrientes son fuertes en el estuario, principalmente en las orillas, pero viendo que el día se iba y que el comandante español no daba ninguna señal, envié un oficial para decirle que volvía de reconocer la isla de Flores durante un claro, yo me encontraba fondeado muy cerca del banco de arena de los Ingleses y que mi orden era zarpar al día siguiente, con viento en contra o no. Don Ruis me responde que el dejaba la decisión en manos de su piloto, un práctico de la ribera, que no quería levar anclas hasta que hubiera viento favorable.
El oficial le previno de mi parte que yo soltaría amarras en el momento del día más conveniente y que los esperaríamos bordeando las costas para zarpar desde más al norte, a menos que las mareas o la fuerza del viento me separasen de ellos a pesar mío.
La tartana no había podido zarpar la víspera y la perdimos de vista a la tarde y no la vimos nunca más. Ella retornó a Montevideo tres semanas después, sin haber podido completar la misión.
La noche fue tempestuosa, el pampero soplaba con furia y nos zarandeaba, una segunda ancla que soltamos pudimos clavar en el fondo. El nuevo día nos muestra a los buques españoles con las velas plegadas en los mástiles, haciendo frente a la tempestad como nosotros. El viento era aún en contra y violento, el mar estaba picado, fue recién a las nueve que pudimos zarpar con las cuatro velas mayores, a mediodía ya habíamos perdido de vista a los españoles, aún anclados y el 3 de marzo a la tarde, ya estábamos fuera del estuario.
Tuvimos durante toda la travesía a las Malvinas vientos variables del noroeste y del sudoeste, casi siempre con mal tiempo y mar violento; estuvimos tentados de desviarnos entre el 15 y el 16 luego de soportar varias averías. Por otra parte, nuestro casco exigía un buen manejo, la deriva de la fragata no era lineal, su marcha no era igual en cada una de sus bordas, y el mal tiempo no nos permitía intentar realizar algunos cambios para corregir esas diferencias y hacerla más estable. En general, los buques finos y largos son verdaderamente caprichosos, su marcha está sometida a un gran número de causas que son imperceptibles, que son difíciles de sobrellevar y que sólo dependen de ella. Sólo los avezados y los más hábiles pueden tomarle la mano.
Desde el 17 después del mediodía comenzamos a encontrar el lecho, el tiempo continuaba con una bruma espesa. El 19, sin ver la tierra, salvo el horizonte que empezó a clarear, y, según mis estimaciones, estábamos al este de las islas Sebaldes, creyendo que me había pasado de las islas Malvinas, decidí virar hacia el oeste; el viento, que es fuerte en estos parajes, favoreció esta decisión.
Yo hice un ida y vuelta en esta ruta durante veinticuatro horas, y mientras corroboraba las cartas de las costas patagónicas, aseguré mi posición y retomé con confianza la ruta hacia el este. En efecto, el 21, cuatro horas después del mediodía, estábamos en presencia de las islas Sebaldes que nos dejaban al nordeste, a ocho o diez leguas de distancia, y pronto pudimos ver la tierra de las Malvinas.
El 25 a la tarde nos adentramos y fondeamos en la gran bahía, donde fondearon también el 24 las dos fragatas españolas. Ellas habían padecido fuertemente la travesía, los vientos del 16 las obligaron a llegar bien atrás, recibiendo su capitán un zarandeo que le destrozó las botellas, le arruino las ventanas de su gran camarote y perdió toda el agua de abordo. Casi todos los animales embarcados en Montevideo, para la colonia, habían muerto por el mal tiempo. El 25, los tres buques entran en el puerto y amarran.
El 1 de abril, yo entrego nuestro establecimiento a los españoles que toman posesión y enarbolan el pabellón de España, mientras en tierra y desde los buques saludan con veintiún cañonazos al alba y a la caída del sol.
Yo le leí a los franceses habitantes de esta colonia naciente una carta del rey, por la cual su Majestad les permitía permanecer bajo el dominio del rey católico. Algunas familias se beneficiaron de este permiso, el resto, junto con el estado mayor, fue embarcado en las fragatas españolas, las cuales zarparon para Montevideo el 27 a la mañana.
En mi caso, me vi forzado a quedarme en las Malvinas a la espera de la Etoile, sin la cual no podía continuar mi viaje.


Fuente: Voyage autour du monde par la frégate du roi La Boudeuse et la flûte L'Étoile, en 1766, 1767, 1768 & 1769
Louis-Antoine de Bougainville
Traducción:  Hernán Favier